martes, 25 de abril de 2017

“Los ojos de mi bebé”

El Cafecito de hoy.
Los ojos de mi bebé

Aún recuerdo cuando llevamos a nuestra pequeña Zoé a la iglesia por primera vez. Asistía a una congregación de más o menos mil cuatrocientas personas, en Madrid. Nosotros llegamos al segundo servicio donde había unas seiscientas personas. Llegamos temprano, así que nos encontramos con la algarabía de los seiscientos que salían del primer servicio.

La nena, hasta ese momento, estaba acostumbrada solo a la música de su cuna, las voces de papi y mami y el ruido de la televisión. Así que, de repente, se vio rodeada de tanta gente, una banda tocando y luces por todos lados. De inmediato noté que no paraba de mirar a todas partes con sus ojitos gris azulado. Se sentía abrumada ante un ambiente tan diferente al que estaba acostumbrada.
Pero hizo algo que me dejó con la boca abierta y sorprendido. Dejó de mirar todo lo que la rodeaba y la agobiaba y se quedó mirando fijamente mis ojos. Con una sonrisa y una mirada tierna estuvo mirándome hasta que se quedó dormida. Yo estallé de la emoción, así que la abracé aun más entre mis brazos para que se sintiera segura.
Cuántas veces el ruido de nuestro alrededor nos agobia. Problemas, deudas, enfermedades y todo tipo de escándalos nos agobian, nos quitan la paz y nos hacen sentir inseguros. El problema es que hemos apartado la mirada de nuestro Padre celestial. Esa mirada que nos dice que Él tiene el control de todas nuestras necesidades. Sus brazos nos dan la seguridad que necesitamos en ese momento. Vuelve tu tierna mirada hacia Él y dile, con una sencilla oración, que necesitas que te abrace en este momento.
No hay nada como estar en brazos de papá; y para papá no hay nada como tener en brazos a sus pequeños bebés. Si lo necesitas en este momento, cierra tus ojos y di solo esta sencilla oración: “Dios, necesito que me abraces y sentirme segura en tus brazos”. Es tiempo de aferrarnos a la verdadera esperanza en tiempos de caos en nuestra vida.
“El señor es mi pastor, nada me faltará” (Salmos 23:1).  
¡Que tengas un día bendecido!
Nestor Ortega