¡Buenos días!
El Cafecito de hoy.
Cierto día, un jefe de pelotón buscaba quien seria el
guía para el nuevo pelotón que estaba formando. El gran soldado reunió a todos
sus reclutas para escoger quien tendría ese honor. “Voy a presentarles un problema —dijo—. Aquel que lo
resuelva primero será el nuevo guía del pelotón”.
Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un
enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: “Este
es el problema”. Los nuevos soldados contemplaban perplejos lo que veían: los
diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor... ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer?
¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.
Después de algunos minutos, un alumno se levantó, miró al
soldado y a los demás reclutas, caminó hacia el florero con determinación y lo
tiró al suelo.
“Usted es el nuevo guía de
pelotón —le dijo el teniente, y explicó—: Yo fui muy claro, les dije que
estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean,
los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un florero de
porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que
debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades.
Sólo existe una forma de lidiar con
los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos dejarnos tentar
por el lado fascinante que cualquier conflicto llevan consigo.
Los problemas tienen un raro efecto sobre la mayoría de
nosotros: nos gusta contemplarlos, analizarlos, darles vuelta, comentarlos... Sucede con
frecuencia que comparamos nuestros problemas con los de los demás y decimos:
“Su problema no es nada... ¡espere a que le cuente el mío!”
Los problemas no están para mimarlos, guardarlos y
acariciarlos; están para resolverlos. Enfrenta tus problemas y no huyas de
ellos, al final del día se estarán encontrando mas adelante. Cierra capítulos…
¡Que tengas un día bendecido!
Nestor Ortega
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