¡Buenos días!
El Cafecito de
Hoy.
Un misionero
visito un leprosorio en una isla del Pacífico, se sorprendió que entre
tantos rostros muertos y apagados, hubiera alguien que había conservado unos
ojos claros y luminosos. Que aún
sabía sonreír y que siempre decía “gracias” cuando le ofrecían algo.
Entre tantos
“cadáveres ambulantes”, sólo aquel hombre se conservaba humano. Cuando pregunto
qué era lo que mantenía a este pobre leproso tan unido a la vida, le dijeron
que lo observara por las mañanas.
Y vio que, apenas
amanecía, aquel hombre acudía al patio que rodeaba el leprosorio y se sentaba
frente al alto muro de cemento que lo rodeaba.
Y allí esperaba... esperaba... hasta que… a media mañana, tras el muro, aparecía durante unos cuantos minutos otro rostro, una bella mujer que se paraba al frente y le sonreía con una hermosa y amplia sonrisa.
Entonces el hombre comulgaba con esa sonrisa y sonreía él también. Luego la mujer desaparecía y el hombre, iluminado, tenía ya alimento para seguir soportando una nueva jornada y para esperar a que, al día siguiente, regresara el sonriente rostro de su mujer.
Cuando lo arrancaron de su pueblo y lo trasladaron al leprosorio, la mujer lo siguió, y se instaló a vivir en el pueblo más cercano. Y todos los días acudía para continuar expresándole su amor. Al verla cada día, dijo el enfermo, sé que todavía vivo.
Muchos viven gracias a tu sonrisa, a tus palabras, a tu esperanza, a las migajas de cariño que les puedas dar. "Alguien se alimenta de lo que haces" No bajes los brazos, no dejes de sonreír, no te canses de hacer el bien, alguien espera por ti.
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Nestor Ortega
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